Those who ignore philosophy are condemned to repeat it

Those who believe themselves to be exempt from philosphy influence are usually the slaves of some defunct philosopher


(Adaptación de Paul Thagard de las frases de Santayana y Keynes)

miércoles, 3 de noviembre de 2010

La identidad mente-cerebro. Kripke

Aunque no me siento especialmente inclinado por la filosofía del lenguaje, ni Kripke es un filósofo por el que me sienta particularmente atraído, las referencias en filosofía de la mente (y de la neurociencia en este caso) a uno de sus argumentos me hace buscar en esa pequeña joya que es Filosofía de la Mente de William Bechtel (1988/1991 -adoptaré este heterodoxo sistema de referencia para indicar la edición en el idioma original y la edición en español-).

Una clase común de oraciones no extensionales, es decir que no hacen referencia a objetos o situaciones efectivamente existentes, son aquellas que contiene términos modales, como por ejemplo "necesariamente", "tiene que", "posiblemente" o "puede". El problema de un enunciado modal como "Reagan podría no haber sido elegido Presidente" es que su verdad o falsedad no puede ser determinada mediante el establecimiento del hecho de que fue nombrado presidente. Una manera de tratar este tipo de enunciados es mediante la idea de mundo posible (Leibniz). La estrategia consiste en que si un objeto (en este caso Reagan) tiene una propiedad (la de ser presidente) en todos los mundos posibles en los que el objeto existe entonces la afirmación de que ese objeto tiene necesariamente esa propiedad es verdadera. Por tanto, el enunciado en cuestión sería verdadero si en todos los mundos posibles en los que existiera Reagan éste sería nombrado presidente necesariamente.
No voy a hacer aquí una crítica directa al uso de la noción de mundos posibles pero sí voy a señalar que descansa sobre la revelevancia que se concede a nuestra capacidad de imaginar o concevir situaciones distintas a las que realmente ocurren, es decir situaciones que, en este sentido, no son reales sino solamente imaginadas.
Kripke considera que los nombres (como Reagan) son designadores rígidos. Como afirma Bechtel "El argumento descansa sobre nuestra aceptación de su intuición de que podemos contemplar la posibilidad de que la persona o cosa en cuestión no tuviese las propiedades que supuestamente usamos para identificarla" (p. 58). Lo que equivale a poder separar el nombre "Reagan" de la propiedad de ser el presidente número 37 de los Estados Unidos: es decir, "el nombre no es idéntico a la descripción". Esto implica que los nombres propios no tienen sentido (Frege) sino solamente referencia; o en otras palabras, la propiedad no determina la referencia. Los designadores rígidos (los nombres) no tienen asociadas determinadas propiedades que sirvan para determinar sus referentes.
Pero no solo los nombres propios son designadores rígidos, también los géneros naturales, como carbón u oro, funcionan como tales, ya que sirven para identificar o seleccionar objetos particulares sin tener en cuenta las propiedades que usamos para identificarlos: por ejemplo, el oro podría no ser amarillo en algún mundo posible.

Otro aspecto de la teoría de Kripke explica la conexión nombre-referente. Una vez descartada cualquier función de las propiedades en esta conexión Kripke explica cómo un nombre está ligado con su referente mediante una teoría causal. Todo uso de un nombre depende del momento o del acto original (causa) en que ese nombre se usó para nombrar o "bautizar" un determinado objeto (de hecho, eso es lo que ocurre cuando se pone el nombre a un recién nacido). Lo mismo ocurre en el caso de un "género natural": el uso de la palabra "oro" está ligado mediante una cadena causal al acto en que alguien llamó oro a una muestra de esa sustancia.
Otra cuestión controvertida es la de si una entidad, como R. Nixon, tiene propiedades esenciales. Són esenciales aquellas propiedades de las que si la entidad careciera no sería la misma entidad. Se llama esencialismo a la posición que sostiene que algunas de las propiedades de una entidad son esenciales en este sentido.

Los defensores de la Teoría de la Identidad (Feigl, Smart) consideraron que la identidad de los eventos mentales y los eventos físicos era contingente (era verdadera pero podría haber sido falsa). Sin embargo, Kripke afirma que las identidades contingentes son imposibles ya que todo enunciado de identidad deber ser necesario (sin necesidad no hay identidad). La razón es que los enunciados verdaderos tienen que ser, como hemos visto, necesarios en todos los mundos posibles, la identidad implica una equivalencia entre designadores rígidos. Kripke concluye que los estados mentales no pueden ser idénticos a los estados físicos debido a que podemos estipular un mundo posible en el que los términos que se refieren a los estados mentales no se refieran a estados cerebrales, es decir, los designadores rígidos no seleccionan los mismos objetos.

Como se puede ver todo el argumento descansa sobre supuestos discutibles, fundamentalmente que podamos estipular un mundo posible en el que las propiedades reales de las cosas (es decir, sus propiedades en el mundo real) no sean sus propiedades y que esto sea ontológicamente relevante. Como señala Bechtel, el planteamiento de Kripke tiene la consecuencia de "hacer que la evaluación de afirmaciones de lo que es posible dependa de nuestra capacidad de imaginar ciertas situaciones. Pero podemos pensar que algo es posible y descubrir más tarde que no lo es" (p. 134). Finalmente, de la argumentación de Kripke no se sigue, según Bechtel, el rechazo de la Teoría de la Identidad.

En mi opinión, la principal objeción (aparte de la debilidad de la propia noción de mundo posible) es que la identidad mente-cerebro no tiene porqué ser necesaria, sino que, de hecho, en la medida en que pueda mantenerse, es contingente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario