Aunque planteado desde una postura patentemente modesta mi objetivo final ha sido fomentar cierto escepticismo frente a la euforia neurocultural.
El esqueleto de mi argumentación sería algo así:
- La euforia neurocultural se sostiene en gran medida sobre estudios basados en el uso de la IRMf en el contexto de la neurociencia cognitiva.
-Este uso puede suscitar cierto escepticismo, debido tanto a sus limitaciones intrínsecas como a una complejidad metodológica que facilita la aparición de errores en distintas fases del proceso.
-Por tanto, en esta medida, las propuestas neuroculturales deben ser tomadas con cautela (cuando no con abierto escepticismo -en determinadas ocasiones).
La conclusión que el texto sugiere es, en realidad, algo más concreta: desde las humanidades y las ciencias sociales debemos "mirar con lupa" todas aquellas propuestas basadas en presuntos hallazgos neurocientíficos obtenidos mediante el uso de la IRMf.
En la misma línea, Roepstorff y Frith en un artículo de 2012 escribian a propósito de la neuroantropología: "The major claim of this special issue [número de marzo de la revista Anthropological Theory] is that neuroimaging can provide a useful tool for the anthropologist. A similar idea was previously espoused by cognitive psychologists who believed, among other things, that brain data would resolve disputes between different accounts of mental processes. This aim has proved very difficult to fulfill. It is notoriously easy to over-interpret brain imaging data and many fave fallen into statistical and logical traps [...] The problem highlighted here is even greater for anthropology than that for psychology since we need to include culture as well as experience and behavior in our studies of the brain" (p. 103).
Uno de los principales motivos para desconfiar de la IRMf es la enorme distancia que hay entre las neuroimágenes y la actividad mental que supuestamente reflejan. Los científicos deben salvar esa distancia construyendo puentes que son precisamente eso: constructos y artefactos.
[Sobre la distancia, hay 4 niveles que deben ser conectados e interpretados correctamente:
1) El alineamiento de los núcleos de hidrógeno
2) La oxigenación (en términos estadísticos) de la sangre
3) La actividad neural
4) La conducta o la tarea psicológica/cognitiva]
Sin embargo, hay que añadir que algunas de las limitaciones de la IRMf pueden ser compensadas mediante el uso convergente de varias técnicas. Esta es una propuesta de la que no me he ocupado en mi artículo, donde he preferido centrarme en la IRMf.
Así:
Logothetis (2008) admite la utilidad de la IRMf si se complementa con otros métodos de investigación.
Roskies (2010) reconoce ciertas limitaciones de la IRMf, pero defiende que se pueden compensar si se integra en lo que llama “triangulación funcional” (p. 640, v., también, p. 657). Esencialmente, la idea es que un determinado estudio no debe tomarse aisladamente, sino como parte de un conjunto de investigaciones utilizando diferentes estrategias. [“Convergence across multiple experiments is the key to epistemic warrant when it comes to attributing function to anatomical regions” (p. 641) –un problema sería si esa convergencia es siempre posible, por ejemplo en relación a los estudios de lesiones-. V., también p. 642, n. 4].
En relación al tipo de enfoque representado en mi artículo por Raine y colaboradores (consideré en ese punto las neuroimágenes desde una perspectiva general, sin distinguir entre resonancia magnética funcional y estructural -en el estudio que menciono se utilizó, de hecho, RM estructural), resulta interesante el caso del neurocientífico (James Fallon) que ha encontrado que las imágenes de su propio cerebro (PET) revelan que es (o debería ser) un psicópata. El siguiente artículo, que reseña el libro donde Fallon relata la historia, ha aparecido hace unos días (22 de noviembre) en Smithsonian.com: The Neuroscientist Who Discovered He Was a Psychopath.
En síntesis, la conclusión de Fallon es que la conducta viene determinada por la combinación de tres factores: patrón cerebral, genética, y experiencia. El hecho de que el cerebro que la imagen revela se ajuste a un determinado patrón no es suficiente para inferir la conducta en cuestión.
La cuestión de la lectura mental-cerebral, que trato de manera muy limitada, circunscrita al contexto del artículo, merece ser proseguida. Una referencia importante que estuve a punto de incluir es el trabajo de Tim Bayne (2012) "How to read minds" (en un magnífico volumen sobre el tema editado por Richmond, Rees y Edwards, que contiene otras contribuciones relevantes).
CONFIRMACIÓN Y AMPLIACIÓN DE ALGUNAS LIMITACIONES
1) Según
Carrie Figdor (2010), "Neuroscience and the multiple realization of
cognitive functions".
-una gran parte del procesamiento cognitivo que ocurre a una
velocidad de milisegundos es invisible para las técnicas actuales de
neuroimagen, ya que en realizad no hacen un seguimiento continuo de la
actividad cerebral, sino que llevan a cabo un registro cada varios segundos
(423, n. 7). [según algunos autores este problema podría ser paliado
por el uso conjunto de diversas técnicas].
-la irmf refleja la actividad postsináptica, pero no la
presináptica (432, n. 7).
2) Según Matthew b. Crawford (2008), "The limits of neuro-talks".
the new atlantis (2008), 65-78
aunque no se trata de un artículo especialmente relevante sí puede ser representativo de ciertas actitudes, y en todo caso creo que toca algunos puntos que merecen ser reseñados.
La expresión "neuro-talks" se refiere a lo que aquí he llamado neurodisciplinas, y a lo que en algunos contextos aparece como "neurocultura".
Básicamente, el artículo propone entender el actual neuro-entusiasmo en el contexto del cientifismo, una tendencia cultural predominante cuya lógica se caracteriza por "the overextension of some mode of scientific explanation, or model, to domains in which it has little predictive or explanatory power" (p. 65).
taxonomies of mind
el autor distingue entre el uso de las neuroimágenes para el diagnótico médico del su uso en psicología, que depende de una premisa crucial. la premisa es que los procesos mentales pueden ser analizados en separados y distintos facultades, componentes, o módulos, y que estos módulos son instanciados o localizados en regiones cerebrales (p. 66). en este punto el autor remite a la teoría de la modularidad de fodor.
Pero esta premisa presenta un problema grave: "the dificulty lies in arriving at a specific taxonomy of the mental" (p. 66). efectivamente, no hay un modelo definitivo o incontrovertido de la organización de la mente (este es un problema real), y en ausencia de una taxonomía adecuada es posible que las técnicas de neuroimagen produzcan una modularidad ilusoria, es decir, una organización de la mente que sea provocada por el uso de la propia tecnología ("artefactos").
Esta sección se sustenta sobre la obra de w. uttal -en concreto sobre the new phrenology: the limits of localizing cognitive processes in the brain (2001)-, frecuentemente citada en este tipo de aproximaciones críticas, pero que no está exenta de controversia. una idea central que el autor asume con cierta reserva es que el problema fundamental para la teoría de la mente implicada en la neurociencia cognitiva es que ni las funciones mentales, ni los sistemas físicos que las realizan, se puedan descomponer en módulos independientes. el autor concluye que, dado que el cerebro está complejamente interconectado, es difícil decir una estructura orgánica localizada sea la "causa suficiente" o "el locus exclusivo" de algo como la razón o la emoción (p. 68).
El autor claramente asocia modularidad y localizacionismo, como supuestos de la neurociencia cognitiva, de las neuroimágenes, y de las neurodisciplinas (con respecto a las cuales habla de una "modularidad psicológica ingenua"). la relación entre modularidad y localizacionismo es una cuestión interesante, por ejemplo, fodor -el autor de referencia en cuanto a la modularidad- es también un defensor de la realización múltiple, que, a su vez, puede ser -y ha sido empleado como tal- un argumento antilocalizacionista.
De forma un tanto súbita el autor introduce la diferencia entre lo cognitivo y lo mental al considerar el tratamiento de la mentira en el contexto de las neurodisciplinas: "this is to treat lying as a cognitive process in the narrowerst sense, as opposed to a mental act with inherent ethical content and pragmatic consequences" (p. 68). mientras que el primero se refiere a la concepción sintático-computacional de lo mental, el segundo parece implicar el cuerpo y el mundo ("that feature of an embodied being who has interests and finds himself situated in a world" -p. 68). la cognición corpórea y la tesis de la mente extendida son intentos de precisar estas relaciones entre la mente, el cuerpo y el mundo, que aquí aparecen como una alusión vagamente filosófica (otra aproximación es la de la llamada "neurociencia crítica").
Creo que hay algo de verdad en el problema de determinar el tipo psicológico "mentira". una cuestión de fondo es la distinción -mencionada en mi artículo- entre las situaciones reales y las experimentales, que aquí aparece relacionada con el tema de la taxonomía y con la diferenciación cognitivo/mental.
3) según Gazzaniga (2012), ¿Quién manda aquí? el libre albedrío y la ciencia del cerebro.
Gazzaniga subraya la pérdida de información individual implicada en la elaboración de neuroimágenes
- " [...] lo que los científicos leen en un escáner cerebral es un cálculo probabilístico de la zona donde ocurre la actividad cerebral, en función de las medias de actividad en los cerebros de diversos individuos. [...] no se puede señalar un punto determinado del escáner cerebral y afirmar con una precisión del cien por cien que un determinado pensamiento o conducta proviene de esa zona" (p. 232).
- "[...] las coordenadas de la localización de un área concreta son probabilísticas, con variaciones notables en la localización real según los individuos. a su vez, la localización de un determinado proceso cerebral es también probabilística y poco precisa" (pp. 239-240).
- El autor menciona 5 razones que desaconsejan el uso de la neuroimagen en los tribunales (pp. 241-242):
- COMO TODOS LOS CEREBROS SON DIFERENTES, "RESULTA IMPOSIBLE DETERMINAR SI ES NORMAL O ANORMAL UN PATRÓN DE ACTIVIDAD EN UN INDIVIDUO".
- "LA MENTE, LAS EMOCIONES Y EL MODO EN QUE PENSAMOS CAMBIAN CONSTANTEMENTE, DE MODO QUE LO QUE SE MIDE EN EL CEREBRO CUANDO SE TOMA LA NEUROIMAGEN NO REFLEJA LO QUE SUCEDÍA EN EL MOMENTO DEL ACTO DELICTIVO".
- "LOS CEREBROS SON SENSIBLES A NUMEROSOS FACTORES QUE PUEDEN ALTERAR LA NEUROIMAGEN: LA CAFEÍNA, EL TABACO, EL ALCOHOL, LAS DROGAS, LA FATIGA, EL CICLO MENSTRUAL, LAS ENFERMEDADES CONCOMITANTES, EL ESTADO NUTRICIONAL, ETCÉTIERA".
- "EL RENDIMIENTO NO ES CONSTANTE, PUES VARÍA DE UN DÍA A OTRO LA EFICACIA DE UNA PERSONA EN UNA DETERMINADA TAREA".
- "LAS IMÁGENES DEL CEREBRO SON PREJUICIOSAS, PUESTO QUE UNA IMAGEN INTRODUCE UN SESGO DE CERTEZA CLÍNICA CUANDO EN REALIDAD NO EXISTE DICHA CERTEZA".
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