Un momento clásico en la historia del problema mente-cerebro
o mente-cuerpo es la formulación de Descartes. El planteamiento de Descartes se
basa en dos premisas: (1) el dualismo y (2) el interaccionismo.
(1)
Dualismo: Descartes sostiene
que el ser humano está compuesto por dos sustancias diferentes: una sustancia o
realidad material, el cuerpo (incluyendo el cerebro) y una sustancia inmaterial
o no física, la mente. (Según Descartes, en la realidad solo hay tres tipos de
sustancias, la materia o sustancia extensa, la sustancia pensante o sustancia
espiritual finita, y la sustancia –espiritual- infinita, que es Dios).
(2)
Interaccionismo: La segunda premisa sostiene que el
cuerpo y la mente interaccionan entre sí. Que el cuerpo tenga efectos sobre la
mente y que la mente tenga efectos sobre el cuerpo es para algunos una novedad
“moderna”, pero esto era algo que ya veía Descartes.
Descartes
defendía la segunda premisa (interaccionismo) básicamente por motivos
científicos, mientras que la primera (dualismo) era defendida sobre todo por
motivos filosóficos y religiosos. El dualismo estaba filosóficamente asociado a
importantes dogmas religiosos como la inmortalidad del alma y su importancia
antropológica, y ya sabemos que en aquella época la Iglesia no se andaba con
chiquitas. Otro de los motivos para mantener la formulación cartesiana era la
defensa del libre albedrío (le he dedicado una entrada específica
independiente: "
El problema de la libertad"). Podemos considerar el dualismo como la distinción radical o esencial entre mente y cerebro o mente y cuerpo.
En esta
formulación el problema consiste esencialmente en la dificultad de mantener
simultáneamente ambas premisas, entre otras cosas porque no hay una explicación
satisfactoria de cómo una sustancia material-física puede interactuar con una
sustancia inmaterial o no física. Puede ser conveniente recordar que para
Descartes esa misma sustancia inmaterial era el alma, para él, los términos
alma y mente eran equivalentes. Es conocido el papel que el autor otorgó a la
glándula pineal, pero eso lo único que hizo fue localizar el problema, la
glándula pineal no deja de ser parte de la sustancia material cuerpo.
Los
filósofos de la época reconocieron dónde estaba la clave del problema y
ofrecieron soluciones que consistían en dejar caer una de las dos premisas (o
incluso ambas, como hizo Spinoza). Por ejemplo, Leibniz dejó caer el
interaccionismo, y en su lugar propuso la tesis de la armonía preestablecida.
Spinoza
dejó caer el dualismo, y en su lugar propuso una teoría monista, que, en cierto
modo, implica una explicación no interaccionista de las relaciones
mente-cerebro o mente-cuerpo (la mente y el cuerpo no interaccionan porque, en
el fondo, son lo mismo, como dos caras de una misma moneda). Actualmente, el
neurobiólogo Antonio Damasio ha asumido una versión neurocientífica de la posición
de Spinoza (por si a alguien le interesa dejo un enlace
http://institucional.us.es/revistas/themata/39/art12.pdf).
Cuando se
dice que la mente y el cerebro son “cosas diferentes” o “no son lo mismo” estas
expresiones parecen reflejar una posición dualista, pero al tratarse de expresiones
algo vagas también pueden interpretarse en sentido monista, según cómo se
entiendan los términos “diferente” y “mismo”. O, en otras palabras, según cómo
se interprete la partícula “es” en la frase “la mente es (o no es) el cerebro”.
Recordemos que la posición dualista es la distinción radical o esencial entre mente y cerebro, interpretar la afirmación de que el cerebro y la mente son "diferentes" en un sentido fuerte (radical o esencial) equivale a interpretarla en un sentido dualista, pero, comparar la diferencia entre mente y cerebro con la diferencia entre
respiración y pulmones es compatible con un monismo ontológico de tipo
fisicalista/materialista.
Dicho en término simples, el monismo ontológico
fisicalista/materialista mantiene que todo lo que existe es material o es una
función de la materia o de algún principio físico, por tanto, no existe el alma
entendida como sustancia inmaterial o un “yo” entendido en esos mismos términos.
Algunos autores prefieren hablar de naturalismo
y no de monismo fisicalista o materialista, según el naturalismo todo lo que
existe es natural, en el sentido de que no hay nada sobrenatural y de que toda
experiencia espiritual se explica apelando a fenómenos naturales, es decir,
biólógicos, socioculturales, físico-químicos, o incluso cuánticos (normalmente el naturalismo es una posición monista, pero hay autores que se definen como naturalistas dualistas -David Chalmers-, por otra parte, aunque en nuestra cultura el monismo es normalmente fisicalista/materialista o naturalista, también hay monismos espiritualistas).
Distinguir
entre los pulmones y la respiración no supone añadir dos cosas (entes) al
catálogo de las cosas que pueblan el universo: solo hay una cosa (los
pulmones), la respiración no es una “cosa” al mismo nivel (ontológicamente
hablando) que los pulmones, la respiración es simplemente algo que los pulmones
“hacen”. Podríamos decir que la respiración no es más que la acción de los
pulmones. Visto así, y continuando con la analogía, la mente no es una cosa ontológicamente distinta
del cerebro, en el catálogo de las cosas que pueblan el universo no contamos
dos cosas, una el cerebro y otra la mente, sino que solo contamos una cosa, el
cerebro, mientras que la mente sería simplemente algo que el cerebro “hace”.
Por otra
parte, la analogía no es adecuada por distintos motivos. En cierta manera, la
mente es más diferente del cerebro
que la respiración de los pulmones. Todas las propiedades de la respiración se
pueden explicar utilizando los términos y los conceptos de la física y de la
biología, al igual que todas las propiedades de los pulmones. Sin embargo, al
explicar la mente y al explicar el cerebro utilizamos sistemas conceptuales y
lingüísticos diferentes: en el primer caso (la mente), utilizamos términos y
conceptos psicológicos, por ejemplo, “creencia, falsa creencia, sesgo implícito,
saber algo frente a creer algo, etc.”, mientras que al explicar el cerebro
usamos básicamente (aunque haya términos específicos) el mismo tipo de sistema
conceptual y lingüístico que aplicamos a los pulmones y a la respiración.
Pero esta
diferencia también es compatible con un monismo ontológico: que haya dos
sistemas lingüísticos y conceptuales no implica que en el catálogo de las cosas
que pueblan el universo (algunos filósofos a estas cosas las llaman “entes”)
haya dos cosas distintas. Es posible que simplemente tengamos dos formas de
hablar de una misma y sola cosa, o que esa cosa tenga dos tipos de propiedades
diferentes.
Sobre la
diferencia entre conceptos y palabras, por una parte, y cosas, por otra, puede
ser útil el siguiente ejemplo:
Expresión 1: “Ese estrafalario presidente de Estados Unidos
que quiere construir un muro en la frontera de Méjico”.
Expresión 2: “Donald Trump”.
Las expresiones 1 y 2 son lingüística y conceptualmente
diferentes, pero se refieren a una sola y misma cosa, a un mismo ente.
Otra
diferencia entre la mente y la respiración es que la mente tiene una propiedad
muy particular que no está presente en la respiración: me refiero a lo que
llamamos conciencia (o subjetividad o experiencia).
Lo que la
mayoría de los defensores de las teorías de la identidad mente-cerebro afirman
es que los procesos o eventos mentales SON procesos cerebrales, o que todo
proceso o evento mental ES un proceso cerebral (llamaremos a estas afirmaciones
TI -Teoría de la Identidad en un sentido amplio- [esta teoría es tratada de una manera más pormenorizada en otras entradas:
Funcionalismo e Identidad,
De Héroes a Villanos). Desde este punto de vista, la analogía de la
respiración (es decir, comparar los pulmones con el cerebro y la respiración
con la mente) puede ser trivial. En el lenguaje filosófico y científico decir
que algo es trivial no quiere decir que sea vulgar o tonto, sino que en un
determinado contexto no es suficientemente relevante. En el presente contexto
decir que la analogía es trivial quiere decir, entre otras cosas, que es
perfectamente compatible con la TI, es decir, la analogía de la respiración es
perfectamente compatible con afirmaciones como “los procesos mentales son
procesos cerebrales”.
Me da la
impresión de que lo que hay detrás de la analogía de la respiración puede ser
la diferencia entre estructura y función. Todo órgano del cuerpo puede ser
descrito en términos estructurales o en términos funcionales, cuando un
estudiante de medicina estudia el páncreas estudia cómo está constituido
(estructura) y qué es lo que hace (función) [En realidad, la cuestión es más
compleja de lo que parece, por ejemplo, no es posible explicar completamente la
función sin aludir a la estructura, además, hay distintos niveles estructurales
y funcionales (lo que el páncreas “hace” en su conjunto depende, de alguna
manera, de estructuras y funciones más básicas, a nivel molecular o incluso
subatómico, aun existiendo propiedades emergentes. Por otro lado, es posible
que la “ciencia de la mente” tenga un mayor grado de autonomía con respecto a
la “ciencia del cerebro” que la “ciencia de la respiración” con respecto a la
“ciencia de los pulmones”)]. Cuando hablamos del cerebro, tanto en un contexto
académico como informal, solemos hablar de un cerebro vivo funcionando como
parte de un cuerpo, en este sentido no identificamos “cerebro” con “estructura”
a secas, como si estuviéramos hablando de un cerebro dentro de un bote de
cristal, sino que asumimos implícitamente que el cerebro del que hablamos es
estructura y es función, es un órgano en funcionamiento. Si lo que la analogía
de la respiración quiere decir es que la mente es la función y el cerebro la
estructura resulta que:
1) Desde
el punto de vista ontológico (el catálogo de cosas que pueblan el universo)
solo hay una cosa: el órgano. La función no es una cosa, es simplemente el
funcionamiento del órgano. Con lo que la analogía se aleja de una distinción radical (dualista) entre mente y cerebro.
2) No
refleja la manera en que habitualmente hablamos del cerebro. El cerebro no es
solo estructura. El cerebro tiene propiedades estructurales y propiedades funcionales.
3) La
distinción entre función y estructura es más compleja de lo que parece (hay distintos niveles estructurales y funcionales, por ejemplo, el cerebro tiene propiedades funcionales que no son mentales: además de sus propiedades funcionales mentales el cerebro tiene propiedades funcionales no-mentales, al igual que el páncreas o cualquier otro órgano).
4) La
analogía es irrelevante con respecto a la TI, es decir, no afecta para nada a
afirmaciones como: “los procesos mentales SON procesos cerebrales”
Finalmente, se interprete como se interprete
(aunque no sea en términos defunción/estructura), la analogía sugiere que la
mente puede entenderse como un proceso biológico tan natural como la
respiración (naturalismo). Esto aleja la analogía del dualismo, es decir, de
una distinción radical entre mente y cerebro.
CONCLUSIÓN:
(1) La analogía de la respiración no es una analogía adecuada.
(2) En cualquier caso la analogía no sirve para defender una distinción radical (dualista) entre mente y cerebro/cuerpo.
Hay, al
menos, otras dos analogías interesantes que fueron propuestas en el siglo XX. En la primera (cronológicamente hablando)
se planteó la cuestión de si decir que la mente es el cerebro equivale a decir que el agua es H2O. La segunda analogía es la del ordenador, según esta
analogía el cerebro sería el hardware,
mientras que la mente sería comparable al software.
Esta segunda analogía ha dado lugar a guiones cinematográficos que se mueven
entre lo descabellado y, en el mejor de los casos, lo superficial. Antonio
Damasio ha sido uno de los neurocientíficos que más claramente se han opuesto a
la analogía del ordenador, ya que para su gusto la analogía implica una visión
“demasiado dualista”, por así decirlo (no es una expresión de Damasio, sino mi
intento por resumir los motivos de su rechazo). Pero la principal razón por la
que vuelvo a mencionar a Damasio no es ésta, sino por haber sido uno de los
promotores más destacados del desplazamiento de la cuestión mente-cerebro a la
cuestión mente-cuerpo (lo que, en gran parte, se comprende si recordamos cómo
el sistema nervioso está íntimamente conectado con el sistema endocrino). Según
Damasio, “la mente deriva de todo el organismo en su conjunto” (El error de Descartes, p. 210).
En las
últimas décadas ha surgido una corriente de las ciencias cognitivas que abunda
en esta dirección, se la conoce como cognición corpórea (en inglés embodied cognition o embodied mind) . Hay incluso otras teorías que sostienen que la
mente no solo deriva de, o es realizada por, todo el cuerpo (y no solo por el
cerebro) sino por sistemas más extensos que incluyen elementos sociales y/o
tecnológicos (aquí encontramos la llamada tesis de la mente extendida y también
la corriente conocida como enactivismo).
Dejo sin
tocar algunas cuestiones como la relación o la diferencia entre los conceptos
de alma y mente, qué es el “yo” desde un punto de vista naturalista, o el
concepto de mente en algunos contextos budistas y cómo ha pasado al mundo del
mindfulness y a algunas terapias de tercera generación (habría que distinguir este
significado particular de “mente” de otro más general, que es el que he
utilizado en esta entrada). Tampoco me ha parecido necesario entrar en cuestiones como la de si la respiración es realizada por todo el organismo (o partes significativas) y no solo por los pulmones.