Those who ignore philosophy are condemned to repeat it

Those who believe themselves to be exempt from philosphy influence are usually the slaves of some defunct philosopher


(Adaptación de Paul Thagard de las frases de Santayana y Keynes)

sábado, 18 de diciembre de 2010

¿Somos nuestro cerebro? Una hipótesis revolucionaria

Cuando vi a Alva Noë el año pasado en el Intituto de Filosofía de Londres no sabía nada de él. Fue en un seminario de estética y aunque él resultó ser una persona muy amable y accesible, la charla no me pareció particularmente interesante. Después supe que tenía alguna relación con las investigaciones que Andy Clark (uno de los principales promotores de la noción de "extended mind") dirige en la universidad de Edimburgo. Esto me hizo fijarme en el que creo es su primer libro publicado en España: Fuera de la Cabeza. El subtítulo "Por qué no somos el cerebro y otras lecciones de la biología de la conciencia" terminó de convencerme para comprarlo. (Más adelante introduciré una entrada sobre la diferencia fundamental entre Clark y Noë, que básicamente consiste en que Clark no está convencido de que la "extensión" de la mente incluya la conciencia).
[Por cierto, Francisco Varela tenía proyectada la publicación de un libro, junto a E. Thompson, para 1996 con el título Why the Mind is not in the Head ? (citado en su artículo "Neurophenomenology"). Por otra parte Roland Fischer publicó en 1990 un artículo titulado: "Why the Mind is Not in the Head but in the Society's Connectionist Network" -lo que, más tarde, me ha recordado alguna sugerencia de la visión emergentista de Gazzaniga].

Tiene mucha razón cuando muestra que lo que una vez fue una hipótesis revolucionaria, que la mente y la conciencia dependían de (o eran producidas por) un conjunto de células nerviosas dentro del cráneo, es hoy un supuesto generalizado asumido de manera más bien acrítica (v. 28). No solo eso, también implica un supuesto antropológico según el cual somos nuestro cerebro. El autor cita a F. Crick: "no somos en realidad sino el comportamiento de un enorme amasijo de células nerviosas y de moléculas asociadas" (21) para señalar que "lo asombroso de la fórmula de Crick es lo poco revolucionaria que es" (21) [la argumentación de Noë aludiendo a Descartes no es aquí muy justa, por otra parte]. Es probable que hoy ya no lo sea (revolucionaria), pero quizás lo fue cuando Crick escribió esas palabras, y de la manera en que la presentó ("la búsqueda científica del alma"). La verdadera hipótesis revolucionaria es según el autor la que el mismo propone: "la consciencia requiere la operación conjunta del cerebro, el cuerpo y el mundo" (27), más concretamente "el cerebro no es la sede de la consciencia que está dentro de nosotros, porque la consciencia no tiene su sede dentro de nosotros: es algo que hacemos, activamente, durante nuestra dinámica interacción con el mundo que nos rodea" (43). Es necesario ir más allá del cerebro para comprender lo que somos. (Igualmente: "La consciencia no tiene lugar en el cerebro", 21. V., también 24).

Aunque por diferentes razones Noë viene a coincidir en cierta medida con el blanco del análisis que Hacker y Bennett hacen sobre lo que llaman la falacia mereológica: "Los cerebros no tienen mente, la gente (y otros animales) sí la tienen" (27). (V., también la referencia a Wittgenstein que comparten).

Por otra parte, el reproche que el autor hace al establishment neurocientífico [entrada en construcción].